La Tracia del Egeo, de la cordillera de Ródope y de los ríos Nestos y Evros, es decir, la actual Tracia griega, es una pequeña parte del gran espacio de la Tracia antigua que se extendía desde las costas del Egeo, del Helesponto y del Bósforo hasta el Danubio, y desde las costas del Mar Negro hasta la vecina Macedonia. En la actualidad, el norte de Tracia pertenece a Bulgaria y la parte oriental forma parte del Estado de Turquía. Su situación geográfica entre Europa y Asia y los grandes caminos que atravesaban sus llanuras y sus montañas determinaron de forma decisiva el largo recorrido histórico de Tracia. Su rica vegetación, sus bosques, sus ríos y sus abundantes aguas propiciaron la presencia del hombre en la zona ya desde el Paleolítico (alrededor de 40.000 años a.C.). En el siglo XI a.C., tribus tracias de origen indoeuropeo, procedentes de las regiones del norte y del centro de Europa, se establecieron definitivamente en los montes y en las llanuras de Tracia desde el Egeo hasta el Danubio. Algunas llegaron hasta Asia Menor y las islas del norte del Egeo. En el siglo VII a.C., con la fundación de colonias griegas en las costas del Egeo y del Mar Negro, comenzaron a desarrollarse lazos entre griegos y tracios que se mantuvieron sólidos durante la era histórica.
Las características formas cónicas y semicirculares de estas lomas artificiales, es decir, de los grandes y pequeños túmulos funerarios de la antigua Tracia, se erigen a lo largo de los siglos en el multiforme relieve del paisaje tracio, contribuyendo de manera decisiva, con su variedad de alturas y formas, a una composición más armoniosa de las particularidades físicas del terreno. Muchos de ellos se encuentran en el norte de Tracia, mientras que existen también varios en la parte oriental y suroeste en la actual Tracia griega. La mayoría de los túmulos de la Tracia griega se concentran en la parte norte de la provincia de Evros y, sobre todo, en las zonas de Orestiada y de Trígono. Los túmulos, en su calidad de grandes monumentos funerarios, fueron construidos en lugares destacados, sobre elevaciones naturales o en amplias zonas llanas a fin de que sean visibles desde lo lejos para cuantos recorrían los pequeños o grandes caminos de los distintos lugares de la zona. Los más antiguos se remontan a la Edad de Bronce. La tradición de construir túmulos continuó en la era histórica, tanto por los habitantes de las ciudades griegas de la costa como por los del interior. En época romana, sobretodo en los dos primeros siglos cristianos, la costumbre de construir túmulos estaba muy extendida en la región de Tracia. Los túmulos cubrían varios tipos de enterramientos. En la mayoría de los que han sido investigados en la zona norte del Evros y que datan de época romana, los muertos fueron incinerados. En grandes fosas que se abrían en la tierra se apilaban montones de maderas sobre los cuales se colocaban andas de madera con el cuerpo del muerto. Pequeños animales como cochinillos o pájaros y frutas como nueces, almendras o piñones eran arrojados al fuego. Cuando se apagaba la pira, colocaban alrededor del muerto sus objetos personales, armas, joyas, etc., así como recipientes llenos de ofrendas (leche, agua, vino, miel o alimentos). A continuación, cubrían las fosas con tierra y sobre ellas creaban una loma artificial que por lo general era muy grande. Su construcción requería el trabajo de muchos días y grandes gastos. A veces, la incineración del muerto se hacía en otro lugar, fuera de los lindes del túmulo, y las cenizas se llevaban y se colocaban sobre el terreno o en recipientes funerarios. Con frecuencia, los miembros de una misma familia eran enterrados en el mismo túmulo que gradualmente se iba ampliando para poder albergar nuevos enterramientos.
No se han llevado a cabo todavía investigaciones arqueológicas en la zona más amplia del túmulo, de manera que no estamos en condiciones de conocer con exactitud dónde vivían las personas que fueron enterradas en él. Sin embargo, por las excavaciones que se han realizado en el norte de Tracia, sabemos que las familias de terratenientes que poseían grandes viviendas rurales, preferían ser enterrados en los terrenos familiares en lugar de en cementerios organizados. Hemos de suponer pues que una rica familia terrateniente que vivía en la zona a principios del siglo II a. C. enterró a cuatro de sus miembros en este lugar y, después de los enterramientos, construyó un gran túmulo para conservar vivo a través de los siglos el recuerdo de sus muertos. |
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